El sol nos golpeaba, dorado era el dia, ese dia, si, ese, en el que me dijiste lo que me dijiste. Ambos estabamos vestidos de blanco, y la luz rebotaba en nosotros, formando una carcel radiante a nuestro alrededor. De la punta de nuestros dedos salian rayos y nuestras prolongaciones, de energia, se rozaban, se conectaban. Hasta que el aleteo de una mariposa, cambio el rumbo del mundo, y los rayos de sol, navajas luminosas de sagaz corte, liberaron la oscuridad debajo de nuestros atuendos.
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