Uno, dos, tres, cuatro, cinco, seis, siete, ocho, nueve, diez, once, doce, trece, catorce, quince, dieciseis, diecisiete, dieciocho, diecinueve, diecinueve y medio, diecinueve y tres cuartos, veinte... ¿vas a dejar que siga contando? ¡Habla! ¡Traidor! El Obispo lo miró fijamente pero El Padre Sigfrido nunca habló. Nunca explicó que hizo esa noche, ni por qué tenía unas mallas color rosa puestas, ante el sorpresivo disparo de manos de su Superior, del miedo, murió de un infarto y se llevó su secreto a la tumba.
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